Estereotipos de género, entre neurociencias y lenguaje

Alice Mado Proverbio , neurobióloga, enseña “Neurociencias Sociales y Afectivas” en la Universidad de Milán-Bicocca y dirige el laboratorio de electrofisiología cognitiva de dicha universidad desde su fundación

Los prejuicios de género son difíciles de erradicar aunque tengamos fuertes ideales de igualdad entre los sexos y no seamos en absoluto “machistas”. ¿Por qué? Las neurociencias nos dicen que existe una desconexión entre los ideales (representados en el cerebro moral) y nuestros conocimientos sobre el mundo, que reflejan lo que nos transmiten los medios de comunicación, la escuela y el mundo exterior. ¿Por qué cuando aprendemos una información que viola los clichés comunes de género (por ejemplo, que la comandante de las fuerzas armadas es una mujer) sentimos aún así una sensación de sorpresa (por muy agradable que sea)? Un papel clave en este sentido lo juega la corteza prefrontal medial, que representa los prejuicios, incluidos los de género.

¿Por qué es importante comprobar que no haya sesgos de género implícitos (gender bias) en la publicidad, en los libros escolares, en las palabras usadas por los líderes políticos, las autoridades, las figuras de referencia, los docentes, los padres?

Porque no solo importa lo que se enseña verbalmente, sino también lo que se muestra con el ejemplo, la iconografía, la vestimenta, el lenguaje corporal, las costumbres, los contenidos cinematográficos y las tradiciones que adoptamos inconscientemente. Las neurociencias nos dicen que el cerebro aprende y conserva tanto la información adquirida de manera declarativa (aprendida verbalmente) como aquella aparentemente obstaculizada, pero visible en la realidad cotidiana, y la utiliza para regular su propio comportamiento y tomar decisiones. Para construir nuestra identidad y para moldear nuestras aspiraciones, nuestras seguridades y debilidades, el sentido de quiénes somos. Si la figura femenina se representa constantemente como delicada y dócil, dotada de poca fuerza y capacidad gerencial, esta información formará parte de la semántica, así como la noción de que el hielo es frío y el fuego es caliente.

En nuestro laboratorio somos capaces de medir las respuestas bioeléctricas cerebrales al prejuicio, en personas completamente progresistas y con ideales de igualdad, que evidencian cómo la semántica distorsionada por el prejuicio, una vez establecida tempranamente, tiene profundas raíces en nuestro cerebro. Pero esto se puede cambiar.